FRANCISCO JAVIER SAÉNZ DE OIZA

Como buena casedana que soy, no podía dejar escapar el centenario del arquitecto Francisco Javier Saénz de Oiza nacido en Cáseda.

CENTENARIO DE FRANCISCO JAVIER SAÉNZ DE OIZA

En la época final de la 1º Guerra Mundial, en la primavera de 1918, una gripe muy dañina apareció en EE.UU. Los soldados estadounidenses la llevaron a Francia y de allí pasó a España.
Fue una gripe muy perjudicial en nuestro país supuso que  el 20% de los afectados morían y fallecieron 300.000 españoles, se denominó la gripe española.


En la primavera de 1918, María Oiza esposa de Vicente Sáenz, disfrutaba de su segundo embarazo, las cifras de la gripe eran alarmantes y el médico les aconsejó ir a un pueblo alejado de la ciudad ya que había menos posibilidades de contagio y la familia decidió irse a Cáseda, donde vivían los Oiza, los abuelos maternos de la criatura, donde nació el 12 de octubre de 1918. Le bautizaron con el nombre Francisco Javier Sáenz de Oiza.



Cáseda es una villa Navarra de antiguos hidalgos. Situada a 60 kilómetros al sur de Pamplona, el pueblo se levantó en la orilla izquierda del río Aragón. Un puente medieval de 9 arcos cruza el río para llegar al otro extremo.




La casa de los Oiza actualmente no se conserva, era una casa hecha de adobe y de barro que se encontraba bajando la plaza pequeña del centro del pueblo, Francisco Javier Sáenz de Oiza donó el terreno al ayuntamiento de Cáseda ya que la casa tenía peligro de derrumbe, finalmente fue derrumbada por el ayuntamiento y actualmente es la plaza del Magnolio. Oiza pasó una buena niñez y juventud en el pueblo transitando los bares del momento como el Bar Basterra y el Bar Imperio en la plaza del pueblo. Al colegio público de Cáseda le han dado el nombre de Francisco Javier Sáenz de Oiza, en homenaje al célebre arquitecto y en 1998 en sus últimos años lanzó el cohete del inicio de las fiestas de septiembre con el pañuelo rojo al cuello.



ENLACE A VIDEO DE LA INAUGURACIÓN DEL COLEGIO PÚBLICO DE CÁSEDA 
ENLACE A VIDEO DEL CHUPINAZO DE 1989 CASEDA



Más adelante cuando era ya un joven estudiante de arquitectura en Madrid, se tomaba unas vacaciones para pasarlas en Cáseda por donde se movía en bicicleta y hacía apuntes de la iglesia y de la ermita de San Zoilo.













El niño Francisco Javier, al que su familia llamaba Paco, vivió en Talavera y en Sevilla.
Su primer trabajo profesional según él fue el levantamiento de los planos de la iglesia románica de Santa María la Real de Sangüesa que está a 17 kilómetros de Cáseda.


En 1926 la familia se traslada a una casa más grande y mejor, y el niño Paco (Francisco Javier Sáenz de Oiza) fue al colegio de los Carmelitas, vestido de marinero como se exigía. Con 12 años entre los libros de su padre encontró uno donde aparecían unas estrellas que a aquel niño que estudiaba trigonometría le parecieron muy interesantes y comenzó a estudiar sus ángulos, ese fue su primer contacto con la arquitectura. Decidió ser arquitecto para seguir los pasos de su padre. Su padre le dijo: “un arquitecto debe saber dibujar” y Paco comenzó a ejercitarse con el lápiz. El padre de Paco para satisfacer las aspiraciones de su hijo en 1933 pidió el traslado a Madrid donde estudiaría arquitectura.

En 1934 se trasladan a Madrid, Paco termina el bachiller en el instituto San Isidro, hizo dos años de ciencias exactas y se preparó para el examen de ingreso en Arquitectura. En 1937 fallece el padre de Oiza y se queda huérfano con 19 años, tuvo que ponerse a buscar trabajo y lo encontró como aprendiz de relojero.

En 1944-1945 tenía que hacer el servicio militar, pero para los universitarios no era el mismo servicio, se los llevaban durante dos veranos a campamentos de  formación y al final de la formación según se habían comportado se les galardonaba con una estrella, después terminada la carrera debía hacer las practicas durante 6 meses en un auténtico destino militar. Oiza terminó la carrera en 1946 y pediría una prórroga para disfrutar de la beca un año en EE.UU. durante el curso 1947-1948.  A la vuelta hizo las prácticas.


Antes de ir a EE.UU. pensaba en la arquitectura, fundamentalmente, como pertenecientes a las Bellas Artes. En América comprendió la necesidad de aprender más técnica de construcción y de instalaciones “el hecho técnico” que decía él. Cuando volvió a España en 1948, tuvo que hacer las prácticas de la mili. Eligió el destino de Sevilla, en la Agrupación de Ferrocarriles, ya que prefería los asuntos técnicos. Terminada en la mili, ya en Madrid. Le propusieron dar clases en la Escuela de Arquitectura en la asignatura de Salubridad e Higiene, él aceptó.


Se le han otorgado muchos premios entre los cuales destacan:

1946 Premio Nacional de Arquitectura, por su propuesta para la plaza del Azoguejo (Segovia), en colaboración con Luis Laorga.1954 Premio Nacional de Arquitectura por el proyecto de capilla en el Camino de Santiago
1974 Premio de la Excelencia Europea por el edificio "Torres Blancas".
1989 Premio Antonio Camuñas de Arquitectura
1989 Medalla de Oro de la Arquitectura, del Consejo Superior de Arquitectos de España
1991 Premio de Arquitectura y Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid por el edificio de viviendas en la M-30.
1993 Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
2000 Medalla de oro de la Universidad Pública de Navarra.

De toda su carrera los proyectos más interesantes bajo mi juicio son el primero El Santuario del Señorio de Aranzazu(1950-1954):








Los franciscanos convocaron un concurso de arquitectura, para construir  un nuevo santuario en Aranzazu, a escasos metros de la noble villa guipuzcoana de Oñate, cerca de las cumbres junto a vertiginosos valles.  El promotor fue el padre Pablo Lete, un fraile de espíritu abierto. Se inscribieron 39 concursantes de toda España y se presentaron 14 proyectos.En los años 20 Francisco Alonso y Matos iniciaron una renovación. Lo más valioso de aquella obra eran las fundaciones de la iglesia, concretamente un ábside semicircular neo-medieval. Los frailes querían que lo aprovecharan, querían también que la nueva iglesia fuera más amplia para albergar a los peregrinos y al mismo tiempo sirviera al convento para los ritos cotidianos. Los ganadores fueron Oiza y Laorga la propuesta les pareció robusta y sencilla, como el alma vasca y los originales muros de piedra con punta de diamante, evocaban a la antigua zarza que apareció la antigua imagen bizantina del siglo XII. El proyecto fue clasificado como renovador, vascongado y adaptado a los deseos de la comunidad franciscana. 

La iglesia estaba situada al mismo nivel que la planta principal del convento. Sobre la traza vieja, se ponía una cabecera con girola para las peregrinaciones y camarín para la Virgen. En el ábside y en los laterales de la nave, había capillas con altar para que los sacerdotes pudieran oficiar simultáneamente. Y se había logrado una sabia armonización entre el paisaje, las construcciones viejas y las nuevas. El nombre del santuario, del lugar y de la Virgen está relacionado con la leyenda de su aparición. En sí, la palabra arantzazu se compone de "arantza" que se traduce como "espino" y el sufijo "zu" que indica "abundancia" por lo que viene a significar "abundancia de espinos" y hace referencia a la existencia de abundantes arbustos espinosos en el lugar. Junto a los arquitectos intervienen el escultor Jorge Oteiza para la fachada principal, el pintor Lucio Muñoz para la decoración del ábside, el escultor Eduardo Chillida para las puertas principales de acceso, Fray Javier María Álvarez de Eulate encargado de las vidrieras y el pintor Néstor Basterretxea para la decoración de las paredes de la cripta.

Otra de sus grandes obras fueron Torres Blancas Madrid 1961 - 1968:

El edificio Torres Blancas de Madrid (España) se encuentra en la confluencia del número 2 de la calle Corazón de María con el número 37 de la avenida de América. El proyecto, firmado por Oiza como arquitecto y la participación de ingenieros como Leonardo Fernández Troyano y Carlos Fernández Casado, es de 1961, y las obras se prolongaron desde 1964 hasta 1968. Con este edificio, su primer proyecto internacionalmente conocido, Oiza, vivió el resto de su vida en el edificio, ganó el premio de la Excelencia Europea en 1974.

Torres Blancas fue un experimento propiciado por un cliente, Juan Huarte (propietario de la constructora del mismo nombre, Huarte), que se significó en los años 1960 por su apoyo a la vanguardia española, construyendo algunos de los mejores edificios de España en los años 1960 y 1970. Corresponde a la llamada etapa orgánica de la arquitectura madrileña con marcada tendencia neo expresionista y sugerencias surrealistas, todo ello sumado a su carácter experimental.
El edificio, de 81 metros de altura, es una estructura a base de cilindros rodeados en todo su perímetro por balcones con celosías de madera. Tiene veintitrés plantas, destinadas a viviendas y oficinas, más una planta adicional en lo alto del edificio, dos plantas de sótano y la planta de acceso. Hay una planta de servicios reservada para las instalaciones generales entre las plantas 21 y 22, y en la azotea hay una serpenteante piscina.
A pesar de su nombre, se trata de una única torre, que tampoco es blanca, sino gris, de hormigón visto. Se suele argumentar que el proyecto original consistía en dos torres y que el edificio debe su nombre al uso de hormigón blanco en la fachada que fue posteriormente desestimado por cuestiones presupuestarias. El proyecto siempre fue una única torre, en hormigón armado convencional. El término "torres" en plural se debe a los múltiples cilindros que componen la única torre, y "blancas" a una pequeña artimaña del arquitecto en las presentaciones previas para intentar que el proyecto obtuviera la licencia a pesar de lo arriesgado del mismo.

Y la último que os voy a presentar es El Museo Oteiza:








El proyecto desarrollado por Francisco Sáenz de Oiza responde al propósito de sencillez perseguido por el arquitecto, preocupado por armonizar el equilibrio entre contenido y continente. Una voluntad del arquitecto que afirmó que “la Fundación no puede caer en la contradicción de hacer una escultura para contener esculturas. Cuanto más elemental y simple resulte, más monumentales resultarán las esculturas que se ofrezcan en su interior”.


Esta idea de no monumentalidad arquitectónica, de sencillez concebida al servicio de la obra, le llevó al autor a plantear este edificio como el resultado de “invertir el templo religioso tradicional”, según dejó escrito. “En la iglesia, los vitrales iluminan la nave central, mientras que la luz menor alcanza las naves laterales. De tal manera que la mayor intensidad luminosa significa una mayor importancia religiosa: el altar se orienta a la salida del sol. Yo he pretendido hacer exactamente lo contrario: un templo profano en el que la luz se recibe por los laterales y entra a contraluz en el centro, de modo que ese espacio sea oscuro y misterioso. Esa idea enlaza con el recuerdo del túnel en el que trabajaba Oteiza (en Arantzazu), que era un lugar no muy iluminado, pero que tenía un misterio encantador”.



En mi opinión fue un arquitecto muy trabajador y un genio al fin y al cabo ganó muchos concursos y muchos premios, un largo recorrido de esfuerzo y perseverancia, que culminó con un legado de infinitas obras que hoy en día seguimos admirando.





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